Ese día Perón anunció un proyecto estratégico que debía regir los destinos de la Argentina, previa discusión de todos los partidos políticos y organizaciones sociales. “Treinta años de lucha política por el país, en el pensamiento, la acción y la reflexión, me han suscitado la convicción de que nuestra Argentina necesita definir y escribir un proyecto nacional”, sostuvo.

Perón escribió en el marco de la Guerra Fría desatada luego de que finalizara la Segunda Guerra Mundial. Frente a esta bipolaridad, ya había planteado en sus dos primeras presidencias la necesidad de una “tercera posición filosófica, social, económica y política”. En su propuesta de 1974 volvió a enunciar esa tercera posición, con la convicción de que el mundo marcharía hacia una unidad global.

Para ello, sostuvo Perón, era necesario fortalecer Sudamérica: “Para construir la sociedad mundial, la etapa del continentalismo configura una transición necesaria. Los países han de unirse progresivamente sobre la base de la vecindad geográfica y sin imperialismos locales y pequeños. Esa es la concepción de la Argentina para Latinoamérica: justa, abierta, generosa y sobre todas las cosas, sincera. A niveles nacionales, nadie puede realizarse en un país que no se realiza. De la misma manera, a nivel continental, ningún país podrá realizarse en un continente que no se realice”.

Latinoamérica es de los latinoamericanos –agregó-. Tenemos una historia tras de nosotros. La historia del futuro no nos perdonaría el haber dejado de ser fieles a ella”. Tras precisar que “nuestra tarea común es la liberación”, analizó qué significaba esta palabra en cada uno de los ámbitos de acción. “En lo político, configurar una nación sustancial, con capacidad suficiente de decisión nacional, y no una nación que en apariencia conserva los atributos formales del poder, pero no su esencia”.

“En lo económico –continuó- hemos de producir básicamente según las necesidades del pueblo y de la nación, y teniendo también en cuenta las necesidades de nuestros hermanos de Latinoamérica y del mundo en su conjunto. Y, a partir de un sistema económico que hoy produce según el beneficio, hemos de armonizar ambos elementos para preservar recursos, lograr una real justicia distributiva, y mantener siempre viva la llama de la creatividad”.

También hizo hincapié en la necesidad de fortalecer el pensamiento nacional: “Queremos una comunidad que tome lo mejor del mundo del espíritu, del mundo de las ideas y del mundo de los sentidos, y que agregue a ello todo lo que nos es propio, autóctono, para desarrollar un profundo nacionalismo cultural. Tal será la única forma de preservar nuestra identidad y nuestra autoidentificación. Argentina, como cultura, tiene una sola manera de identificarse: Argentina. Y para la fase continentalista en la que vivimos y universalista hacia la cual vamos, abierta nuestra cultura a la comunicación con todas las culturas del mundo, tenemos que recordar siempre que Argentina es el hogar”.

Y ante el asombro de muchos legisladores que entendían que el punto crucial de la liberación era la economía, Perón afirmó: “En lo científico-tecnológico se reconoce el núcleo del problema de la liberación. Sin base científico-tecnológica propia y suficiente, la liberación se hace también imposible. La liberación del mundo en desarrollo exige que este conocimiento sea libremente internacionalizado sin ningún costo para él. Hemos de luchar por conseguirlo; y tenemos para esta lucha que recordar las esencias: todo conocimiento viene de Dios”.

Después se refirió a los recursos naturales que hoy tanto ambicionan los países poderosos del mundo: “La lucha por la liberación es, en gran medida, lucha también por los recursos y la preservación ecológica, y en ella estamos empeñados. Los pueblos del tercer mundo albergan las grandes reservas de materias primas, particularmente las agotables. Pasó la época en que podían tomarse riquezas por la fuerza, con el argumento de la lucha política entre países o entre ideologías”.

Tras sostener que estaba dispuesto a encabezar una revolución en paz, aclaró que esto “significa para nosotros no sólo desarmar las manos sino los espíritus, y sustituir la agresión por la idea, como instrumento de lucha política”. Y en cuanto a los intelectuales, también definió cuál debía ser su rol en la elaboración de este proyecto: “hay que comenzar por recordar que el país necesita un modelo de referencia que contenga, por lo menos, los atributos de la sociedad a la cual se aspira, los medios de alcanzarlos, y una distribución social de responsabilidades para hacerlo. Este proceso de elaboración nacional tendrá que lograrse convergiendo tres bases al mismo tiempo: lo que los intelectuales formulen, lo que el país quiera y lo que resulte posible realizar”.

Finalmente señaló que este modelo debía discutirse en todos los ámbitos: en los partidos políticos pero también en las organizaciones sociales de toda índole, y por ello anunció la creación de un «Consejo para el Proyecto Nacional”. Y terminó con estas palabras: “Esclarezcamos nuestras discrepancias y, para hacerlo, no transportemos al diálogo social institucionalizado nuestras propias confusiones. Limpiemos por dentro nuestras ideas, primero, para construir el diálogo social después”.

Por Araceli Bellotta* (Página 12)

* Historiadora. Autora de Perón. Una biografía del siglo XXI y Las mujeres de Perón, entre otros títulos.