En aquellos años dorados de la música nativa, el cuarteto se completaba con Juan Carlos Saravia, Ernesto Cabeza, y “Pancho” Figueroa. Polo se integró para el álbum En esta zamba ausente y permaneció en el grupo hasta la despedida en 2003, recordada por una extensa y memorable gira que incluyó 26 presentaciones en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, a sala llena.
Los numerosos clásicos registrados por el grupo, como De mi esperanza, La López Pereyra, o la Zamba del Chalchalero, resuenan aún hoy con nitidez en la memoria popular con el particular toque de Polo en los parches y el canto.
Con todo, el cafayateño, humilde y siempre sonriente, escribió su propia historia después del final de la agrupación que proyectó a la música salteña en todo el mundo, y se mantuvo activo hasta 2019.
Así, como parte de una entrevista inédita en 2012, en el marco de una presentación en la sala porteña ND Ateneo, Román reflexionó sobre las melodías de raíz: “Siempre me gusta referirme a la música nativa, es nuestra y es muy rica. A nosotros nos llena el alma hacerla y no hay para mí música más linda que la música nuestra”, opinó entonces y añadió: “Disfruto mucho de escuchar nuestra música. Hay tantos cantores y grupos que cantan tan lindo, a lo mejor son distintas formas y ejecuciones, pero las mismas canciones”, aclaró.
Y casi a modo de manifiesto, puntualizó: “Yo defiendo mucho la música nativa, es nuestra, es como el escudo, como el idioma, como la bandera. Hay que cuidarla y tratar de que nos otorguen espacios en los canales y en las radios para que la gente no se olvide de que nuestra música nativa es esa y de que no tiene que perderse jamás. Un día, charlando con la Negra Sosa me dijo ‘no te preocupes siempre va a haber gente joven a la que le guste cantar la López Pereyra o La nochera, o alguna de esas canciones de antes”, sentenció.
Esas canciones le dieron revancha 2014 y junto a «Pancho» Figueroa hicieron de las suyas de la mano del disco y espectáculo Se va la segunda, que tuvo una notoria recepción entre el público y que fue una muestra más del compromiso del artista salteño con las obras de raíz que lo llevaron a traspasar fronteras.
Así, y desde inicios de los 2000, el intérprete reversionó sus éxitos en diferentes escenarios junto al guitarrista Pablo Olmedo, quien le dijo a este diario: “Acompaño a Polo Román desde el año 2002, cuando prácticamente ya estaba fuera de Los Chalchaleros. Empezamos a recorrer el país, a conocer muchos lugares, de mi parte. En su caso, a reconocer, porque él ya había recorrido mucho. Realmente fue hermoso recrear la música de Los Chalchaleros en versión solista, porque él cantaba las versiones con su voz de barítono y yo lo acompañaba con mi guitarra. Hemos andado por infinidad de lugares: Salta, Corrientes, La Pampa, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, el sur”, rememoró.
El instrumentista rosarino, radicado en Mar del Plata, contó: “El hecho de su partida me da mucha tristeza. A la vez, pienso que a estas celebridades hay que justamente (valga la redundancia) celebrarlas, por todo lo que significó y significa para la música argentina el Polito Román”, recalcó al tiempo que describió una entrañable anécdota: “Cada vez que llegábamos a aeroparque él era saludado por todos los empleados de las aerolíneas, como si fuera alguien más de la familia. Él siempre respondía con su gentileza, con su buen humor, con su don de gente. Realmente era fantástico viajar a su lado. Tenía un humor muy pícaro y también tenía muchas anécdotas. Lo vamos a recordar como mucho cariño, con mucha alegría, como lo era él”, sentenció.
Olmedo dijo que haber acompañado a Polo Román «fue verdaderamente un honor, porque yo me crié escuchando la música de Los Chalchaleros y Los Fronterizos y, de repente, estar a su lado cantando La nochera, me movía el alma, y Polito lo disfrutó hasta el fin”.
En su repertorio Román incluyó obras de otros grandes nombres del folklore y alguna vez comentó, con auténtica naturalidad, que en sus conciertos, mencionaba siempre a los autores que abordaba: “no me cuesta nada hablar del Cuchi Leguizamón o de Castilla o de Jaime Dávalos, de gente de allá que fueron tan allegados a nosotros”, subrayó.
La partida física de Polo sucede en el mismo año en que falleció Juan Carlos Saravia y genera una sensación de orfandad entre sus admiradores, pero como sucede siempre con los grandes artistas, ellos se instalan en el corazón del pueblo que los canta, los baila o los recuerda. Y Polo Román, por supuesto, no es la excepción. Su legado intacto, sembrado como peculiar semilla, continúa dando frutos cada vez que alguien empuña una guitarra, cada vez que alguien golpea un parche y declama: “El canto del chalchalero/La siesta del aire moja/Y tiñe de amor la roja/Pluma del pecho con el chalchal”.