Son 30.000

Por Ricardo Goñi (Colaboración exclusiva para noticiasinanestesia.com.ar)

(Facultad de Ciencia y Tecnología – UADER)

El 24 de marzo se conmemoró el “Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia” en medio de un debate en el seno del Frente de Todos, quizás sin retorno, al tiempo que los negacionistas ultraconservadores muestran sus garras negando el terrorismo de estado y los 30 mil desaparecidos. Paraná vivió esa jornada –simbólicamente tan significativa- con una gran movilización popular que a la postre reflejó la crisis en curso de un país jaqueado por los compromisos con el FMI, las dubitaciones del gobierno y un retroceso de los sectores populares (en términos económicos y políticos) insoslayable.  

Tarde gris. Y el viento cala profundo, hasta los huesos. Las nubes –que nunca desaparecen del encapotado cielo paranaense- dejan, sin embargo, que cada tanto el sol se filtre y se meta por los lugares que tenemos rotos. Tarde de ausencias. Mezcla de nostalgias por lo que fue y por lo que no pudo ser; por las batallas ganadas y por las derrotas. Cada 24 de marzo me pasa lo mismo.

Las almas de los 30.000 desaparecidos sobrevuela la marcha. Sí, son 30.000, pese a las siniestras especulaciones de los negacionistas de Miley y López Murphy, apologistas de la teoría de los dos demonios. Esas almas –aunque no creo en los espíritus, ni las “energías” ni en los fantasmas- están ahí. Reconozco su presencia porque muchos fueron mis compañeras y compañeros, mis amigas y amigos: El Hindú, El Gato, El Pato, Sugus, Charo, El Último, Mario, Anahí, El Dane, entre otros. Todas y todos están ahí, y creo que todo el mundo percibe su presencia, aunque muchos (la mayoría de quienes manifiestan no había nacido cuando desaparecieron) no los hayan conocido. Moqueo un poco, es inevitable, y eso que creo tener el cuero duro como para que no se me “metan las balas”. En fin, siempre me pasa lo mismo el 24. Me permito esta licencia (poco) poética para introducirme en un tema que no sé bien por dónde empezar, en un momento en que el movimiento popular (el hombre y la mujer de a pie, más allá de los intelectuales) transita por un terreno de confusión e incertidumbre. Y la derecha está al acecho.

Decido comenzar aludiendo –muy brevemente- al significado del 24 de marzo de 1976, fecha emblemática en la historia reciente de nuestro país. Ese día la dictadura cívico-militar abrió las puertas de la Argentina al neoliberalismo: a la financierización de la economía, a la adhesión sin reparos a los convenios de Bretton Woods (en particular al FMI), a la desregulación de la economía, al monetarismo, a la globalización, al endeudamiento forzado, a la liberalización del comercio exterior, a la privatización de los servicios públicos, a la destrucción de la industria nacional, a la nacionalización de las deudas privadas y a la cancelación de los partidos políticos y las organizaciones populares. Uno de los objetivos estratégicos de la dictadura fue la desarticulación del peronismo, “el hecho maldito del país burgués” -diría John William Cooke-, cuestión que logró con eficacia al reducirlo a un partido de dudosa representatividad o, quizás mejor, a un partido que no representaba más que a los intereses del mercado, sin olvidar que el peronismo aportó la mayor parte de las víctimas del terrorismo de estado. Hasta que Néstor Kirchner vino a restaurarlo en 2003.

De allí la importancia de poner en valor el significado fundacional de la dictadura cada 24 de marzo, desde hace veinte años el Día Nacional de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Ese es el día de la gran resignificación, dice Jorge Alemán, curiosamente, cuando se trató del “día más triste y siniestro de la historia argentina, un ataque mortal al corazón de la Nación”. ¿Cómo fue posible, acota Alemán, que se haya convertido en una conmemoración tan gloriosa? El 24 de marzo logró, en efecto, resignificar el dolor de las víctimas en un porvenir de militancia y en un examen ético de la sociedad y sus políticos. “El 24 de marzo devino en deseo, un nuevo tipo de Deber que convoca a la dignidad, esa que, a pesar de todo, no puede ser vencida” [1].

Este 24 de marzo tuvo un significado especial. Por un lado, porque se volvió a la calle después de dos años de pandemia; por el otro, porque el movimiento popular (al menos el peronismo y sus aliados en el Frente de Todos) está en medio de un (saludable) debate en torno a la soberanía política, la redistribución de la riqueza y la reafirmación del pueblo trabajador como sujeto histórico del peronismo. Mientras tanto el presidente le declaraba la “guerra a la inflación” (término poco feliz en medio de un conflicto bélico aún no resuelto) y le ordenaba a Roberto Feletti ir a pelear con un palo de escoba. Para colmo el retorno del neoliberalismo en 2023 ha dejado de ser algo tan lejano como hasta hace poco tiempo. Por algo Mauricio Macri prometió “ir a fondo” desde el primer día.

Sin embargo, en Paraná da la impresión de que lo anterior no ha sido comprendido cabalmente por el movimiento popular: el peronismo brilló por su ausencia (no hubo bombos peronistas, o hubo muy pocos), el Movimiento Evita se fue antes de tiempo y, a la postre, los movimientos sociales y parte de la izquierda (tal como se auto-percibe) partieron la movilización en dos: ellos siguieron la marcha hasta la casa de gobierno; la intersectorial se quedó en el escenario dispuesto en el Museo de Bellas Artes. Y la derecha aplaudió.

Retomo a John William Cooke, para terminar, apelando a una de sus frases –como todas- esclarecedoras: “La unidad es indispensable y será un paso previo al triunfo popular. Lo principal es para qué hacemos la unidad, cuáles son los objetivos cercanos y cuáles los grandes objetivos. Unidad para simple usufructo politiquero, no. Sí, en cambio, para dar las grandes batallas por la soberanía nacional y la revolución social. En la lucha contra el régimen llegaremos más pronto a la unidad, forjada en la acción: dentro del régimen nos esperan sólo frustraciones y derrotas, y pequeños triunfos que serán desastres”. Como dijo el gobernador bonaerense Axel Kicillof: hay que  “pensar para qué se llegó al Gobierno en el 2019; y no es para permanecer, para seguir y no molestar (…) Es para darle de comer a la gente, es para darle trabajo a la gente, para reactivar nuestras industrias, poner en marcha la producción y buscar la justicia social. Al que no le interesa pelearse con nadie, que sepa que no lo necesitamos. Hay que dar todas las peleas” [3]. Ojalá eso sea comprendido por el conjunto de la dirigencia política nacional y popular argentina.

 [1] https://www.pagina12.com.ar/331393-la-gran-resignificacion-el-24-de-marzo-como-experiencia

 [2] https://www.notasperiodismopopular.com.ar/2020/09/19/12-frases-cooke-aniversario-muerte/

[3] https://www.infobae.com/politica/2022/03/25/axel-kicillof-al-que-no-le-interese-pelearse-con-nadie-que-sepa-que-no-lo-necesita,os/

 

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