(a apropósito del discurso neoliberal y los medios hegemónicos)
Por Ricardo Goñi (colaboración exclusiva para noticiasinanestesia.com.ar)
(Secretario de Investigación y Posgrado de la Facultad de Ciencias de la Gestión – UADER)
Cumplido el primer semestre del gobierno de Mauricio Macri, en 2016, el sociólogo brasileño Emir Sader planteaba: “El neoliberalismo trata de hacer de la ingobernabilidad su forma de hacer política, con el discurso que descalifica la misma política (…) Pero es el imperio del mercado, del dinero, de la especulación financiera, de los paraísos fiscales y sus empresas off shore el que vuelve a las sociedades ingobernables” [1]. Para el neoliberalismo, la democracia significa una quita de derechos a los más débiles, no su inclusión. De ese modo la va socavando, y así, poco a poco o -llegado el caso- repentinamente, la vuelve ingobernable por pérdida de legitimidad. La ingobernabilidad es, en efecto, la herramienta discursiva predilecta de Juntos por el Cambio (tanto del “ala dura” como de la “dialoguista”), un discurso fogoneado desde los medios hegemónicos para debilitar gobiernos populares. Después ya se sabe cuál puede ser su devenir: los golpes “blandos”, como los de Fernando Lugo en Paraguay y Dilma en Brasil, o los no tan “blandos”, como el de Evo Morales en Bolivia, algo que fue “profetizado” por Eduardo Duhalde con la “picardía” que lo caracteriza.
En un video de la campaña electoral “Cristina Presidenta” de 2007 se le preguntaba a un grupo de niños de preescolar ¿qué es el FMI? Algunos respondían “una banda de caballos”, otros “un satélite que chocó contra la luna”, o “un país en el que todo está al revés”. El spot finalizaba con una voz en off que decía: “Logramos que tus hijos y los hijos de tus hijos no tengan ni idea de qué significa el FMI (…)”. Notable ocurrencia para plantear que es posible gobernar sin las exigencias del FMI de devaluar la moneda, aumentar las tarifas, subir las tasas de interés, bajar las retenciones, etc. Hasta que se produjo el desembarco del columnista de TN Nicolás Dujovne en el Ministerio de Hacienda de la Nación, y pasó a contraer con el FMI uno de los endeudamientos más grandes de la historia, pese a haber reconocido poco antes que la administración anterior había dejado “… una bendición: un nivel de deuda bajísimo, de los más bajos del mundo”. El regreso de la Argentina al FMI fue para los medios hegemónicos la mejor salida que tuvo el gobierno de Macri. ¿Recuerdan que la prensa cipaya celebró aquel “éxito” como “un respaldo de la comunidad internacional” a la Argentina? ¿Recuerdan también que el endeudamiento fue presentado como la única salida frente a las restricciones financieras del contexto internacional, la sequía y la “causa de los cuadernos”? ¿Recuerdan, por último, de qué forma se abusó de argumentos contrafácticos, como “íbamos camino a ser Venezuela”?
El 3 de septiembre de 2018 Muricio Macri bajó el rango del Ministerio de Salud de la Nación a una Secretaría bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social. “He decidido compactar más mi equipo” anunció el entonces presidente, aunque –más que compactar su equipo (cosa que nunca ocurrió)- decidió reducir la inversión y el gasto público en salud. La prensa cipaya vio con buenos ojos tal degradación, del mismo modo que la “reducción del gasto público” de la ex gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, cuando se opuso a incrementar la infraestructura sanitaria provincial señalando: “No voy a abrir hospitales nuevos ni cortar cintas porque eso es una estafa a la gente” [2]. Pues son los mismos cipayos que plantearon una serie de críticas al acuerdo entra Argentina y Rusia por la vacuna rusa Sputnik V que solo puede ser enmarcada dentro de la categoría de estupidez ideológica (más allá de la puja comercial que se ha desatado entre los laboratorios, que también pesa, obvio): que se va a “inocular el comunismo”, que la vacuna (esa, la rusa, no otras) es incompatible con el alcohol, que no aplicable en personas alérgicas, que su eficacia no está probada en mayores de 60, que no va a llegar nunca… A través de su programa de Radio Mitre, Marcelo Longobardi señalaba que “La vacuna de Rusia carece de un consenso significativo en el mundo civilizado” [3], y en el editorial de su programa televisivo de La Nación, Luis Majul –chispeante y zagas como se autopercibe- se interrogaba: “¿Este es un gobierno de científicos o de chantas y charlatanes? (…) Ya tenemos 41 mil fallecidos y estamos camino a los 45 mil, en menos de un mes. ¿Te acordás cuando las principales funcionarios del Gobierno decían «menos mal que no ganó Macri, porque si no ya habríamos llegado a los 10 mil muertos»?” [4], por solo mencionar dos ejemplos.
Incluso hubo quienes apostaron a más muertos durante la pandemia, de última, vale todo con tal de corroer el gobierno de los Fernández. El 7 de agosto, cuando se rumoreaba un presumible aumento de casos para los próximos días en Argentina y no se descartaba un posible colapso del sistema sanitario, a Diego Leuco se le filtró un gesto de festejo frente a la cámara, en vivo, durante su programa de TN, Ya somos grandes. Ello ocurrió cuando Santiago Fioriti dijo: “Hay un número que estremece a la clase política (…) porque 10 mil es el número que se está evaluando para la semana próxima”, momento en el cual la cámara enfocó a un Leuco infraganti, festejando con el puño apretado [5]. Es tal la codicia de Leuco por demoler la imagen de Alberto Fernández (y Cristina, sobre todo) y Axel Kicillof, que su descargo resultó poco creíble: “Decir que alguien celebra la muerte es una canallada absoluta (…) Lo que ocurrió es que en un momento del programa me dicen que estábamos liderando la audiencia y yo hice puño de festejo” [6]. Ocurre que, después de sobrados antecedentes canallescos, uno opta por pensar que, en efecto, Leuco es un canalla, por más inverosímil que parezca una celebración de la muerte. Podrá decirse que después de Auschwitz o de la dictadura del ‘76 el gesto de Leuco pierde buena parte de su atrocidad original, pero ello no le quita un gramo de violencia.
Los párrafos anteriores no están destinados a conmover o emocionar a ningún militante liberal (neo o clásico, que son casi lo mismo), ni podrían hacerlo por más persuasivas que fueran esas palabras. Se trata tan solo de una manifestación de impotencia frente al discurso del odio por las diferencias -ideológicas, de género, de clase- que avala que cualquier señora “paqueta” de country explote y maltrate a su empleada doméstica, o que cualquier “Mr. Mr.” estafe y humille con sus negocios inmobiliarios o financieros a una madre soltera que se rompe el culo laburando para tener una vida digna. Por eso, cuando uno prende la tele y ve pulular a estos energúmenos con cara de afligidos, haciendo de cuenta de que lo único que les importa es terminar con la “grieta” o que la pandemia no vaya a poner en peligro la democracia, no se puede dejar de percibir la sensación de haber sido arrojado en un horno caliente, según texto bíblico, a puro “llanto y crujir de dientes” (Mateo 13:50).
Para finalizar, el jueves 10 de diciembre el presidente y la vicepresidenta compartieron el acto por los Derechos Humanos en la ex ESMA, acontecimiento que fue comentado por Luis Majul. Se mostraba afilado y picante, arrogante, convencido de que iba a estremecer a la opinión pública con sus palabras: “Cristina está más que enojada con el Presidente, está furiosa. Tanto, que en los últimos días lo chantajeó con romper el Frente. Y con llevarse puesta no solo a la Corte, sino todo el sistema”. Y aclarando que no es médico –valga su honestidad- sentenció: “… Alberto, después de un año de gobierno, y con la pandemia encima, está sobrepasado. A-go-ta-do. Triste. A las ojeras y el sobrepeso ya no los puede disimular” [7]. Refiriéndose al mismo evento, Nelson Castro no ahorró comentarios sobre Cristina: “La psicopatología de Cristina tiene mucho que ver con el narcisismo y el egocentrismo (…) Cristina estaba con cara de enojada en ese acto, no tiene otra cara, ella está enojada con la vida (…) Cristina es la consagración de la grieta (…) La personalidad patológica de Cristina tiene una consecuencia política, la tuvo en sus dos gobiernos y la tiene sobre éste” [8]. Entonces, en esos precisos momentos, da placer imaginar a la empleada doméstica explotada o a la madre soltera estafada con una pistola en la mano que, en un instante y en silencio, saca de su cartera, para rápidamente –al mejor estilo del “Pumpkin” (Tim Roth) de los Tiempos Violentos (Pulp Fiction), la peli de Quentin Tarantino (1994)- apretar el gatillo y pegarle cuatro tiros en la cabeza (en la cabeza de la señora “paqueta” o la de “Mr. Mr.”, claro) en acto de justicia. Un pensamiento metafórico, lúdico y aun obsceno, propio de los “tiempos violentos” que proponen la oposición y sus voceros de los medios. No menos obsceno que el “je suis Vicentin” que circuló ante la gran estafa de una de las diez empresas que acaparan más del 90% de las exportaciones de granos de la Argentina.
[1] http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-303095-2016-07-01.html
[3] https://www.youtube.com/watch?v=DeukrjnuAbI
[4] https://www.facebook.com/lanacion/videos/855535878602348/
[7] https://www.lanacion.com.ar/politica/luis-majul-toda-verdad-chantaje-cristina-kirchner-nid2539133
[8] https://tn.com.ar/opinion/2020/12/13/cristina-kirchner-el-cartero-llama-dos-veces/
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