No diré que era un héroe, un guerrero, un regalo del Olimpo o un dios, no voy a otorgarle esos límites injustos.
Mientras demora el nudo del botín izquierdo, sin mirarme, me anuncia:– Son dos tiempos de treinta.Pienso que es muy poco, demasiado breve para un partido tan importante. Como si supiera lo que estoy sintiendo, me confiesa:
– A mí también me parece poco y no hay alargue.
Se pone de pie, nunca había visto un gigante tan pequeño, tan temerariamente frágil. Las medias están bajas, sin canilleras, ya nadie puede lastimarlo. Tiene el rostro de ese pibe que soñaba en el potrero con ser campeón del mundo y ese sueño exagerado de la infancia hoy me parece que se ha quedado corto.
Se escucha un griterío inmenso que viene desde una aparente lejanía, hay una multitud en alguna parte que endulza el aire con su nombre: Diego.
– Son dos tiempos de treinta – repite – una lástima.
Sale del vestuario y siento que acabo de perder algo. Se escucha el sonido de los tapones que se pierden por el pasillo rumbo a la cancha. No hay ninguna luz al final del túnel porque él es la luz.
A los sesenta, clavados, suena el silbato y termina el partido. Ni un minuto más.
El estadio está en silencio, todos miran hacia arriba buscando vaya a saber qué consuelo imposible.
En un rincón del arco, dormida contra la red, una pelota llora su soledad.
…alejandro ippolito
- Raro
- Asqueroso
- Divertido
- Interesante
- Emotivo
- Increible