2020: Argentina en “tiempos interesantes”

Por Ricardo Goñi  (Colaboración exclusiva para noticiasinanestesia.com.ar)

(Secretario de Investigación y Posgrado de la Facultad de Ciencias de la Gestión – UADER)

Hay un antiguo proverbio chino que dice: “Ojalá te toquen vivir tiempos interesantes”. Aunque parece un deseo positivo, en realidad se trata de una maldición dirigida a enemigos y adversarios. Pues bien, quizás como nunca desde la Segunda Guerra Mundial, con la pandemia del coronavirus hoy se están viviendo tiempos más que interesantes a escala global. La Argentina, con la espasmódica oposición antiperonista -y sus oscilaciones salvajes entre el sopor dialoguista de los “moderados” y la euforia catastrofista de los “duros”- es una muestra cabal de los males de estos tiempos, que no solo se ven reflejados en la salas de terapia intensiva sino, también, en las pequeñas cosas de la cotidianeidad (en un, quizás, notable paralelismo –salvando las diferencias obvias- con los “tiempos interesantes” de las dictadura del ’76).

En un artículo titulado El viento de la Historia, Juan Forn relata que en 1918 Eric Hobsbawm -entonces un niño- paseaba con su niñera por las calles de la mítica Alejandría, aún parte del imperio británico. Entonces se les acerca un pordiosero chino y les pide una moneda, petición que la niñera le niega. Ignorándola, el chino mira fijamente a los ojos de la criatura y le dedica una “exquisita maldición” de su milenario país: “Ojalá te toquen vivir tiempos interesantes”. Ochenta y cinco años después, señala Forn, siendo ya un consagrado historiador, aquel niño se sienta a escribir sus memorias sabiendo de antemano que tenía el título: “Tiempos interesantes”, a propósito de la maldición que lo conmovió toda su vida [1]. Las memorias se publicaron en 2002 con el título Interesting Times. A Twentieth-century Life. Probablemente por desconocimiento del significado de la maldición en el título original -más que por criterio de traducción- un año después las memorias fueron traducidas al español como Años Interesantes. Una vida en el siglo XX, con lo cual se omitió un componente sustancial de la obra en la concepción de Hobsbawm. Nótese que el texto deja entrever las heridas en el corazón del historiador (al decir del propio autor, el “harto dolor en mi corazón”) que dejaron los “tiempos interesantes” que le tocó vivir a lo largo del siglo XX: el recuerdo de las víctimas del fascismo, el bombardeo de Guernica, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría (“por no hablar de los vendedores de pomada de serpiente de la guerra contra el terrorismo”, en palabras de Hobsbawm), la represión de la URSS contra Hungría, la invasión de Estados Unidos a Irak en “defensa” de una civilización amenazada por el “terrorismo internacional” [2].

Quizás no haya mejor ejemplo de “tiempos interesantes” a escala mundial –después de la segunda gran guerra- que la pandemia actual del coronavirus Covid-19, que ha puesto en tela de juicio una serie de paradigmas científicos y epidemiológicos, y que ha jaqueado a los sistemas de salud y económicos de prácticamente todos los países del mundo, incluyendo a los más poderosos del planeta y a los países target del mundo occidental (e.g., EEUU, Alemania, Inglaterra, Francia, Italia). Hospitales colapsados, ciudades saturadas en su capacidad para cremar cadáveres, decisiones estatales que ponderaron una vida más que otra, familias destruidas por la muerte y la enfermedad, empresas quebradas, personas sin trabajo, etc., y -en lo que respecta a la vida cotidiana- temor, incertidumbre, ansiedad, preocupación, tristeza, desolación.

En la Argentina, en particular, es posible percibir un notable paralelismo entre la pandemia y la dictadura del ‘76, que se sintetiza en palabras clave -signos de los tiempos interesantes- comunes a ambos acontecimientos: “muerte”, “miedo”, “contacto estrecho”, “aislamiento”, “encierro”, “confinamiento”. Muchos no pudieron acompañar o despedir a sus seres queridos (padres, tíos, abuelos) en la enfermedad o en la muerte, por seguridad entonces (regresar al lugar de residencia familiar frecuentemente implicaba exponerse a la tortura, la desaparición o la muerte) y también por seguridad ahora (la imposibilidad frente al riesgo de contagio y muerte de los mayores). A esto hay que sumarle el bochornoso papel de los opositores desde el comienzo mismo de la pandemia: antes de decretar la cuarentena, el presidente Alberto Fernández recibió un llamado telefónico de Mauricio Macri, quien le sugirió que no lo hiciera para no “resentir la economía” y, en definitiva, para dejar “que se mueran los que se tengan que morir”. Luego organizaron marchas anticuarentenas (en las que no pudieron soslayar su odio de clase, racismo, antiperonismo, macartismo), participaron en innumerables lobbies y operaciones en contra de la vacuna Sputnik V y, una vez que la llegada de la vacuna fue inminente, echaron mano a la estrategia de atemorizar a la población, poniendo en duda su eficacia. Quizás la máxima fue la de Elisa Carrió quien hizo una insólita denuncia penal contra Alberto Fernández, Ginés González García y Carla Vizzotti por “envenenamiento” ante la compra de  la vacuna rusa, denuncia en la que solicita a la justicia que investigue sobre “delitos de atentado contra la salud pública, defraudación al Estado e Incumplimiento de Deberes de Funcionario Público” [3].

Más allá de Carrió y demás energúmenos, el problema es la instalación de un esquema de pensamiento anticuarentena, antivacuna, etc. que, por reiterativo, se arraiga al sentido común de un sector de la población. Chocha, por ejemplo, una señora de alrededor de 90 años, comenta que nadie la va a obligar a “va-cu-nar-se” (así, de manera pausada y con acento en “nar”) porque leyó en el diario La Nación que Garry Kasparov (el ajedrecista ruso) dijo que no hay posibilidad de que Putin se aplique la vacuna rusa porque no fue probada. Sin justificar para nada a Chocha, hay que señalar, sin embargo, que en una cosmovisión convenientemente signada por el antiperonismo, como la de ella, hay cosas que –se supone- deben meter miedo: “Un país con un enorme programa de dopaje deportivo y un laboratorio de asesinatos con armas químicas podría producir y probar una vacuna confiable. Pero las dictaduras roban, engañan y matan mejor de lo que innovan”, agrega Kasparov en la nota citada por Chocha [4]. No hay que olvidar que muchas elucubraciones han quedado arraigadas para siempre en cierto sentido común: en 1492 Cristóbal Colón gritó “¡indios!” al divisar al primer habitante americano, convencido de estar en la costa oriental de la India en vez del archipiélago de las Bahamas. Otros viajeros españoles confundieron la “sarigüeya” (que es un marsupial sudamericano) con una “comadreja” (que es un carnívoro europeo), o al “coipo” (que es un roedor sudamericano) con la “nutria” (que también es un carnívoro europeo). Y es así que hoy se sigue llamando “indio” al habitante originario de las Américas, “comadreja” a la sarigüeya y “nutria” al coipo, a pesar de que no se parecen en nada.

Los seres humanos están modelados por el tiempo, el lenguaje y la memoria. Por ello después de los “tiempos interesantes” de muerte (como los de la dictadura) y de odio antiperonista casi ciego (como los de la dictadura también) es necesario hacer el duelo y, quizá, romper en llanto. De lo contrario no se logra sacar de encima la tristeza, y el dolor puede quedar enquistado. Hace más de setenta años el antiperonista rabioso y oligárquico celebraba la enfermedad de Evita pintando en las paredes “viva el cáncer” y “muerte a la cretina” (aunque no necesitaba hacerlo para que todo el mundo supiera de su odio). Hoy la misma derecha “republicana” continúa señalando con su dedo inquisidor al gobierno peronista que protege la vida y la salud de los argentinos. No se anima a pintar otra vez las paredes para decir, como lo dijo el fascista José Millán de Astray, jefe de propaganda de Francisco Franco, en la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936: “Que viva la muerte”. Aunque, como en 1952, tampoco es necesario que lo haga para saber lo que piensa.

[1] http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-172746-2011-07-22.html

[2] Hobsbawm, E., 2003. Años interesantes. Una vida en el siglo XX, Crítica, Buenos Aires, 416 pp.

[3] https://www.pagina12.com.ar/313371-la-absurda-denuncia-de-carrio-contra-el-gobierno-por-envenen

[4] https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/coronavirus-vacuna-rusa-sputnik-vladimir-putin-garry-nid2553576

 

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